5 dic 2011

Historias Extraordinarias (2008)


Narrador: Es cierto que no había preguntado nada ni sabía nada de ella. De algún modo, había sido tan extraña la forma en que ella había llegado a su vida,  que él había querido evitar hasta donde le fuera posible hacer cualquier pregunta, tomar cualquier decisión, exigir nada de ella. No hacer nada que pudiera llegar a espantarla o hacer que se fuera de manera tan imprevista como había llegado. En el fondo siempre supo que el asunto podía terminar de esa forma, pero mientras él pudiera evitarlo o siquiera demorarlo, lo haría.  Haría cualquier cosa que fuera necesaria. No había pasado una semana de que se hubieran visto por primera vez y ya estaban viviendo juntos. Él siempre sintió que ella se estaba refugiando, que para ella, él era como un último pedazo de madera para mantenerse a flote tras el naufragio, eso de alguna manera le daba seguridad, equiparaba para él un poco las cosas, le daba un poco de manejo de la situación. Porque lo cierto, es que para él, ella siempre fue como una especie de regalo de lujo que le había llegado por error, una criatura de otro mundo, una bendición, casi inmerecida. Entre los dos siempre flotó, silencioso, ese pacto. Ninguno de los dos se engañaba, ella se dejaba estar con él siempre un poco distante, siempre enigmática como un gato. Eso era lo que ella podía. Para él, era más de lo que nunca había tenido. Y así pasaban el tiempo, felices. A él, cada cosa que ella hacía le parecía reveladora, proveniente de un mundo nuevo: la manera en que hablaba, la manera en que lo miraba a la mañana temprano -siempre despertándose antes que él-  la manera en que escuchaba las novedades que él le traía todos los días, como una madre enternecida con las cosas de un chico.
 Por eso, cuando ella finalmente desapareció, y él hizo todo el escándalo que hizo, se sintió casi un traidor. "Estas eran las reglas" se repetía una y otra vez. Siempre estuvo claro que esto iba a pasar y sin embargo no podía resignarse a dejarla ir así como así, a volver mansamente a su mundo de hombres, de tractores, de tierra y de barro. Era demasiado pedirle, Lola. ¿Pensará ella alguna vez en mi? ¿O habré sido apenas un comparsa, una parte de uno de sus disfraces? ¿Habré existido alguna vez para ella?. Se aferraba a esta pregunta como a algo sagrado. Porque si algo tenia claro es que el tiempo que había estado con ella era la única época de su vida en la que él había sido alguien, en la que había existido, realmente.

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